Del amor y sus prisiones: ¿hay justicia en el caso de Morella León?

La condena a 17 años de prisión abre el debate sobre el equilibrio de la justicia venezolana

Como sociedad idealizamos el primer amor, el de las canciones, el que rompe corazones y que hace soñar. Romantizamos la química de ese sentimiento que nos acompaña desde las primeras tribus, pasiones que han hecho florecer al mundo, pero que también lo han arrasado.

De Troya a Verona, de Nueva York a Maracay, el amor es bendición y tragedia.

Una historia… ¿de amor?

El amor es el inicio de esta historia. Fue la red que se tejió alrededor de las ilusiones de una muchacha que se lanzó a conquistar el mundo que le prometían, pero que terminó atrapándola en una pesadilla. Amor convertido en manipulación.

A finales de los años 80, Morella León López, de 17 años, conoció a Matías Salazar Moure, de 23, la historia comenzaba a escribirse y en medio de ese libro algunas banderas rojas se levantaron. Las vio su mamá, pero la pasión le cerró los ojos a la adolescente, quien terminó huyendo con una maleta. Matías la había alejado de las amigas, de los estudios y finalmente de la familia.

El 23 de diciembre de 1988, Morella salió de Valencia a Maracay con el corazón convertido en un nudo, se encontraría con quien sería su futuro. Voló en las alas de la esperanza y terminó atrapada en la telaraña que la condenó al ostracismo durante más de tres décadas.

Morella se esfumó, desapareció. Pasaron años buscándola sin encontrarla. Su mamá esperó su retorno, aguardó con el pálpito de que estaba en algún lugar cercano, pero la muerte se la llevó antes de que Morella tuviera el valor de salir de su prisión.

Los meses se volvieron años, estos en lustros y llegaron las décadas. Pasaron golpizas y amenazas de muerte, estrangulamientos hasta el desmayo, verdadero psicoterror.

Pero Morella tuvo el valor de reencontrarse con su vida, con la libertad, tras escuchar un programa de radio sobre la violencia de género y que nombraba al Instituto Regional de la Mujer. En enero de 2020, luego de 31 años de haber sido privada de su libertad, de nuevo era libre.

El sistema judicial venezolano tiene que revisarse, la justicia para las mujeres es un proceso muy revictimizante”

Aimeé Zambrano
Activista feminista y coordinadora del monitor de femicidios de Utopix

Pero el camino que tenía al frente no sería fácil, tenía que enfrentarse a la justicia, ser revictimizada y atacada por el poder económico y político que se escondía detrás de Matías Salazar Moure, su enamorado, torturador y finalmente su carcelero.

¿Justicia?

La semana pasada, luego de un proceso judicial que se extendió por más de tres años, el Ministerio Público anunció, a través de sus redes sociales, la condena contra Matías Salazar, alias “el Gordo Matías” a 17 años y 10 meses de prisión por mantener en cautiverio a Morella León López durante 31 años. La condena además era por violencia psicológica contra su hija, de 20 años de edad, y otras dos mujeres no identificadas por la Fiscalía.

Respecto a la sentencia, la propia Morella dijo: “17 años y 10 meses, pero cónchale, pesa saber que es la mitad del tiempo que él me tuvo a mí, pero es lo que dice la ley, la acato, la respeto, la acepto y espero que se cumpla”.

Tras la sentencia, las redes sociales estallaron criticando la falta de equilibrio entre la condena impuesta y los años que Morella estuvo prácticamente presa a manos de Matías Salazar.

Usuarios de Twitter expresaron el mismo sentimiento de injusticia que dejó el veredicto.

Aimeé Zambrano, activista feminista y coordinadora del monitor de femicidios de Utopix, al ser consultada sobre la sentencia, señala: “Es muy triste, ella estuvo treinta y un años en cautiverio, y su agresor va a cumplir muchísimo menos tiempo en prisión”.

Testimonios del dolor sin valor

Linda Loaiza López, sobreviviente de violencia por razones de género y activista feminista, criticó la sentencia señalando que por los resultados del fallo, “Matías Enrique Salazar Moure fue absuelto por el delito de esclavitud sexual, ante la supuesta falta de elementos probatorios”.

“Nuevamente se muestra en este caso, como en el mío, que nuestros testimonios quedan sin valor probatorio y bajo sospecha; no tienen peso jurídico para ser creíbles, y en consecuencia se aplica con gran discrecionalidad una sentencia que nunca puede recoger y sancionar el gran trauma, el dolor vivido, la indefensión, la espera de la muerte como fin de la tortura en nuestros cuerpos”.

Es difícil aceptar que la minimización de los derechos humanos de las mujeres sea la máxima respuesta que recibimos cuando acudimos a denunciar y logramos una sentencia ante el sistema de justicia venezolano.

Nuestros testimonios quedan sin valor probatorio y bajo sospecha; no tienen peso jurídico para ser creíbles, y en consecuencia se aplica con gran discrecionalidad una sentencia que nunca puede recoger y sancionar el gran trauma, el dolor vivido”

Linda Loaiza López
Sobreviviente de violencia de género, activista feminista

Loaiza reflexionó sobre la deficiente respuesta para investigar la desaparición de Morella. Recibimos “migajas de justicia ante la ineficiencia del Estado para cumplir con su deber de actuar con diligencia en investigar oportunamente cuando se presenta una denuncia sobre la desaparición de una mujer, y sancionar a los responsables de tales delitos y crímenes, pero la legislación vigente es letra muerta“.

Finalmente, invitó a las mujeres a “no conformarse con migajas de justicia, porque es una violación a nuestros derechos humanos que profundiza las formas de violencia del Estado contra las mujeres”.

Las mujeres están solas ante un sistema injusto

Aimeé Zambrano señala que el sistema judicial venezolano tiene que revisarse, la justicia para las mujeres es un proceso muy revictimizante, muchas veces las mismas víctimas son las que tienen que entregar por ejemplo las boletas a sus agresores.

Las víctimas tienen que buscar las pruebas, si un caso lo radican en otro estado los familiares sin recursos tienen que moverse a esos otros estados

“Hacen falta organizaciones que den acompañamiento a las víctimas de violencia de género, a los familiares de las víctimas de femicidio, porque cuando hay apoyo de otras mujeres, de especialistas, es más sencillo salir adelante. Cuando estás sola, es mucho más difícil. Cuando eres víctima de violencia y estás sola, tienes que enfrentarte a todo un sistema que no está diseñado para asistir a las mujeres”, concluye.

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