Sombras del mal: “No eran los venecos, fue el bombero”

Una historia que no es de un asesino serial, pero que nos enfrenta a otro tipo de monstruo

Durante meses hemos conocido notorios asesinos en serie, quienes inscribieron su nombre en un infame listado. Pero esta semana nos referiremos a un asesino distinto, otro tipo de monstruo.

Esta historia surgió en Chile a inicios de 2024, cuando se desató el infierno a manos de quienes deberían combatirlo: un bombero y un trabajador forestal. 

El país se encontraba en medio de una particularmente feroz temporada de incendios. La fuerte sequía durante el verano austral, la ola de calor a finales de enero y las condiciones atmosféricas favorecieron la propagación del fuego.

Las autoridades luchaban contra las llamas, lo que ameritaba largas horas de trabajo para bomberos, voluntarios y demás trabajadores. Entre los apagafuegos estaban Francisco Ignacio Mondaca Mella, un voluntario de 22 años, y Franco Pinto, trabajador de la Corporación Nacional Forestal.

Los dos, conocidos por razones de trabajo, conversaron una vez sobre el beneficio que obtendrían con el pago de las horas extras por luchar contra los incendios. Esa conversación fue la mecha que encendió el infernal plan.

Ambos hombres planificaron los incendios. Diseñaron el dispositivo que provocó el fuego: varios fósforos atados alrededor de un cigarrillo que, una vez encendido, sería lanzado al pasto seco. El plan se activaría el 2 de febrero, cuando las condiciones de calor y viento eran favorables.

Ese día Mondaca condujo hasta el Parque Natural del Lago Peñuelas y recorrió una vía poco transitada, lanzó cuatro dispositivos encendidos, llamó a Pinto y le dijo: “está listo”. Luego condujo hasta su comando. 

El fuego se desató y gracias a las condiciones ambientales, llegó a las montañas que rodean Viña del Mar, saltó a Quilpué y Villa Alemana, todas en Valparaíso.

El incendio se convirtió en la segunda peor tragedia de la historia chilena: dejó 137 muertos, cientos de quemados, viviendas destruidas y miles de damnificados. Solo es superado por el terremoto de 2010 (550 fallecidos).

En medio del infierno, las voces xenófobas acusaron a venezolanos de provocar el incendio, pero grupos de migrantes, a pesar del estigma, se dedicaron a ayudar a los afectados transportando agua, comida y ayuda, trasladaron a los afectados y rompieron el estigma que la ignorancia pretendía imponerles. 

Los criminales no contaban con que las autoridades investigarían las razones del fuego. La Fiscalía se centró en los focos donde se iniciaron las llamas y localizaron cuatro fuentes equidistantes. En la número tres encontraron uno de los dispositivos.

Luego determinaron que solo dos carros circularon por esa vía a la hora del incendio, uno era el de Mondaca. Casi tres meses más tarde, comisiones de la policía llegaron al cuartel donde lo detendrían. Al verse abrumado por las pruebas, confesó. Su cómplice se niega a reconocer su participación.

Ambos son juzgados y podrían ser condenados a cadena perpetua. Los bomberos y otros organismos de rescate evalúan sus sistemas de selección para evitar que personas como Mondaca y Pinto puedan ingresar a sus filas.

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